miércoles, 12 de diciembre de 2007

JUAN MAYORGA: El Jardín quemado

MAYORGA, Juan, El Jardín quemado, introducción de Virtudes Serrano, Universidad de Murcia, Murcia, 2001.
En el momento de redaccción de este reseña, Juan Mayorga (Madrid, 1965) ha sido galardonado con el Premio Nacional de Teatro, lo que ha motivado sin duda que yo me haya hecho con este volumen y leído su contenido.
Juan Mayorga es licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía con una tesis sobre Walter Benjamin. Tiene una trayectoria como autor teatral ya larga, habiendo firmado varios títulos puestos en escena tanto en España como en Europa. La compañía Animalario, a la que Mayorga está de una manera u otra ligado, recibió ya en 2005 el mismo premio, dándose la casualidad de que lo fue con una obra del propio Mayorga, Hamelin.
El Jardín quemado (1996) relata la llegada a una isla indeterminada de Benet, un joven en la fase final de sus estudios de psiquiatría y que se instala en un sanatorio dirigido por Garay para desarrollar un proyecto. Al poco tiempo de llegar, coincidiendo con el cumpleaños de Garay, Benet le comunica que va a instar a la apertura de un expediente por sus prácticas contrarias a toda regla como director de un centro psiquiátrico. Benet inicia a partir de allí una investigación sobre los pacientes –que se pasean indolentes por las cenizas del jardín que fuera quemado en su día–, con el fin de averiguar la suerte que corrieron Blas Ferrater y otros 11 poetas que recalaron en esa isla huyendo de la Guerra Civil.
La obra explota, pues, un referente español y político, en el sentido que Mayorga ya ha apuntado en alguna que otra obra de referencia –y que Virtudes Serrano comenta en su introducción. Afirma el dramaturgo practicar un "teatro de ideas" antes que "de tesis" (1), recurriendo a referentes históricos puesto que el teatro histórico "contribuye a configurar la autocomprensión deuna época y, por tanto, empuja en una dirección el futuro de su época" (2) .
Se trata, en definitiva, de una pieza corta, con una interesante y continua tensión dramática que jamás se deshace, pues no llega a ninguna conclusión evidente: Benet termina por no estar suficientemente seguro de si lo hallado –las confesiones de los enfermos– era lo que había venido a buscar.

(1) LEONARD, Candyce, GABRIELE, John P., Panorámica del teatro español actual, Fundamentos, Madrid, 1996, p. 29.
(2) MAYORGA, Juan, "El dramaturgo como historidador" en Primer Acto, 280, spbre-ocbre 1999, p. 9.

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